Elena

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Nada más llegar noté en él un aire diferente, no parecía el de siempre. Estábamos a mediados de diciembre, estaban por dar las doce y en la calle hacia bastante frio, pero parecía que a él no le afectaba.  Habíamos quedado todos para ir de fiesta, la mayoría ya estábamos allí esperando a entrar.

Se acerca a paso ligero pero con aire despreocupado con una mirada penetrante, parecía la mirada de un hombre sabio lo cual no concordaba con ese cuerpo joven. No es ni feo ni guapo pero su mirada y una sonrisa que  no solía tener hacían que tus ojos se quedasen clavados en él. Era como ver a otra persona, ya no veía a aquel compañero de clase humilde y muy sentimental, siempre he sabido que era una persona noble, pero ahora todo él desprende un encanto único.

Es de baja estatura, viste unas zapatillas del estilo ALL-STAR en azul y negro. Llevo unos vaqueros azul oscuro  bastante modernos que parecen formados por varias piezas. Lleva su chaqueta negra la cual tiene los puños gastados, no lleva ni bufanda ni guantes. Su pelo negro brilla con las luces de las farolas.

Se para frente a nosotros y saluda con un ademan, intercambia un par de bromas con el resto del grupo mientras acaban de llegar los demás, yo por mi parte sigo hablando con mi amigo David.  Es un gran amigo a veces puede tener una actitud bastante desafiante y ser bastante creído peor en el fondo tiene un gran corazón. No tardan tardar las serpientes de turno en empezar a dar rienda suelta a su imaginación. Si bien David y yo solo somos amigos hay gente que especula con algo más, supongo que no les basta con sus vidas así que hablan de los demás.

Finalmente nos dirigimos al lugar en cuestión, en el cual no hay cola por lo que no tardamos en entrar. El ambiente está un poco pesado, deberían incluir anuncios de desodorante junto con las botellas de  alcohol y los paquetes de tabaco.  La noche es larga pero la fiesta ya parece empezada, no tardo en ver un par de niñas que dudosamente tengan la mayoría de edad bebiendo de sus cocteles mientras coquetean con hombres que podrían ser sus padres.

Poco a poco vamos a por la primera copa, la noche va avanzando y no puedo dejar de mirarlo, la chaqueta dio paso a una fina camisa negra debajo de la cual hay una camiseta en un tono gris granulado. La ropa le sienta como anillo al dedo.

El grupo está algo cortado muchos no hacen más que mirarle, supongo que ninguno de nosotros esperaba esta actitud de él. Le veíamos bastante inocente, casi como a un hermano pequeño y verle desenvolverse de esa manera. Se encuentra con muchos amigos, los saluda, sonríe brinda, se hace una foto, incluso parece que acaba de conocer a algunos de ellos. Sus movimientos no son los mejores pero la frescura y sentimiento que traza con sus extremidades hacen que le veas como a un bailarín. Lleva varias copas y aún así no se tambalea sus gestos no son groseros, incluso me atrevería a decir que cada vez se compenetra más con la música, viene baila con uno con otro, amigo amiga, da igual, él quiere transmitirnos su ambiente.

Algunos se dejan llevar, otros, reacios a la fiesta, deciden que ya es hora de partir, apenas son las dos. Un par se va, los otros seguimos, necesito una copa, sé que no debo me resisto, dejo que la música me inunde, intento no pensar, mis brazos se mueven lentamente para dejar que mi cuerpo se ponga en marcha. Ahora mismo solo estamos la música y yo, mi corazón late más rápido siento la adrenalina, salto rio. Por parejas o en grupo. Las luces intermitentes, los flashes, mis ojos ya no ven. Siento una mano que lleva al centro de la pista, las horas, los minutos, parecen segundos. Mi cuerpo me pide que lo deje todo, lo veo a la cara, es él, es el mismo de cada día, no lo es…. No hay seriedad en su cara, ni una mirada perdida en sus sentimientos ¿Por qué ha tardado tanto en quitarse esa mascara de niño bueno? Sus ojos marrones siempre tan taciturnos ahora están llenos de vida, si dejáramos de lado esos problemas que nos hacen caer en el abismo y viviéramos más el presente. Una sonrisa, un cambio de imagen, una mirada cómplice, son las pequeñas cosas las que diferencian entre un día cualquiera y un buen día.

Estoy en la cima de la ola, los demás se quieren ir, a regañadientes salgo. Detrás de mí  sale él, se le nota cansado, pero su sonrisa no se borra, empiezan las despedidas la noche ha acabado. Está por irse, le veo levantarse y algo me impulsa a ir tras él, le ofrezco llevarle a casa, gentilmente rechaza la oferta, insisto, otra vez dice que no, le tomo de la mano y lo llevo al coche. Subimos al coche, hablamos poco, no sé qué decirle o que hacer ni siquiera sé si se acordará de esto mañana peor aún así tengo miedo a quedar como una idiota.

Llegamos a su casa, apago le motor, toma mi mano y me da un suave beso en los dedos luego hace que le acaricie la cara. No aguanto más tomo su cara entre mis manos, cierro los ojos y siento como sus dulces labios se funden con los míos. Lo abrazo, sus manos suben hasta mi nuca, mi pelo se vuelve una maraña, ni nos percatamos del poco espacio que tenemos y con un suspiro nos alejamos, mi cara esta en sus manos me mira con ojos tiernos, sus labios se posan sobre los míos una vez más. Nos abrazamos y finalmente nos despedimos, arranco el motor, siento que el corazón se me va salir a cada latido y con el amanecer a la vuelta de la esquina regreso a casa.

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